Le leo un breve cuento a mi hija Antonia de 3 años, sobre una niña que escucha truenos y relámpagos. Mi hija abre los ojos se lleva su manito a la boca y emite un quejido:-Uy, truenos y relámpagos, dice.Y luego me pide que se lo lea de nuevo.Truenos y relámpagos escucho yo también en el libro Maldito Sudaca. Conversaciones con Jorge González. Compré el libro, me puse a leerlo y no pude dejarlo hasta que terminé las 300 páginas. El periodista Emiliano Aguayo establece una larga conversación con el líder de Los Prisioneros y, al igual que mi hija, varias veces abrí los ojos y me llevé la mano a la boca.Este es un libro de excepción.El sentimiento artístico ideológico chileno es generalmente la “chimuchina” –una ideología de imberbes. Por eso, se inquietan fácilmente las aguas cuando hay detrás una expresión directa, algo cruda y deseos viscerales, que no pueden ser mitigados por la huevonería ambiente.González no es un rebelde tardío. Ya nadie puede desconocer que le puso vitalidad, dinamismo, conflicto, lucha, placer y búsqueda hasta renovar la tradición predominante de moderación, resignación, pena y derrota de la música popular chilena.Naturalmente, la gran pasión de Jorge González es la música. Y en el libro se habla de bandas musicales, influencias, formas de componer, modos de grabar o se revisan las letras de música. Es decir, es un libro que se mete en la artesanía musical, en los problemas de estudio y de mejorar las letras, de la convivencia con los otros músicos y la relación con los estudios de grabación. En ese sentido, el libro es una fuente rica de sugerencias y detalles que agradecerán, en primer lugar, los músicos. González intercambia ideas y opiniones muy directas y sugestivas sobre, entre otros, Violeta Parra, Víctor Jara, la Nueva canción chilena, Canto Nuevo, Los Tres, La Ley, Los Miserables, Chancho en Piedra, Los Electrodomésticos, Mauricio Redolés, De Kiruza, Los Bunker´s, Cecilia, y la música latinoamericana y mundial.Otro gran tema es la relación de González con los periodistas y los medios de comunicación. Aquí el músico aprovecha de realizar un ajuste de cuentas con ciertos periodistas de espectáculos de El Mercurio, la Tercera o La últimas Noticias, que lo habrían ninguneado de modo persistente. González ironiza con la carrera de “ese oportunista” de Freddy Stock que está en “la chimuchina de pelar artistas”, “lo mismo que hace Iván Valenzuela”. En la radio Rock&Pop dirigida por Iván Valenzuela “no pagaban derechos de autor”. O Rafael Gumucio. “Pero ¿Quién es Gumucio?”, se pregunta González y responde: “Un democratacristiano, y los democratacristianos son siempre así. O “los Caiga quien Caiga” son unos “monitos fachos útiles”. En definitiva, dice González: “hay una generación súper fome, donde está Iván Valenzuela, Alberto Fuguet, Freddy Stock y todos esos.” “Una generación que yo califico de democratacristiana y que es súper ablandadora en la influencia que tuvieron.”Como se puede deducir, ser democratacristiano es, en este contexto, lo blandengue, lo barrero, lo conveniente y lo oportunista.Un tercer ámbito del intenso libro es el tema preferido del periodismo de farándula: los cahuines. (¿Quién se acostó con quién?) Y la rendición de cuentas de González también pasa por “ese oportunista de Freddy Stock”, quien en el libro “Corazones Rojos” dejó inscrita una telenovela, una cómoda narración que cuenta que Los Prisioneros se habrían separado la primera vez por líos de faldas. González se habría acostado con la mujer de Narea. Según González, Stock puso en el libro “un montón de cosas de las que él no tenía la certeza, o no las comprobaba o qué sé yo.” Y uno de los claros objetivos de González es arrasar con la idea de que Narea era esencial en el grupo. Narea, González dixit, no puede arrogarse lo que es evidente: Los Prisioneros es esencialmente Jorge González.Bonus Track: El capítulo donde González habla de su paso por las drogas.Hay que agradecer la tenacidad y la preparación del periodista Emiliano Aguayo. Las referencias, las citas, las preguntas fundamentadas, el conocimiento de los temas, son la base del éxito del libro. Aguayo demostró que un periodista puede hacer las preguntas difíciles o complejas y salir vivo.Aquí hay reflexión e inteligencia de un camino de exploración, una demoledora crítica y autocrítica de una personalidad musical que varios periodistas desearán ignorar y trivializar. A esos acomodaticios no les conviene un vital y un polémico con poder interno, desarrollo emocional y espiritual y puesto al servicio de su vocación. Quisieran haberlo metido en cintura. Su peligro es un símbolo. A González muchos imberbes –esclavos de la chimuchina- lo tratan como una enfermedad que debe ser vigilada.Sin embargo, cualquier alma sensible que haya escuchado su música y que lea el libro, se dará cuenta que hacen falta más espíritus lúcidos, inteligentes y perspicaces, como González. Se extraña esa desmesura y esa pasión –esos truenos y relámpagos- en un medio artístico y de medios donde hay demasiados prolijos, aburridos y perdonavidas.
Ver también: Los Jaivas, Los Prisioneros y Los Tres: Biografías
Ver también Marisol García