ESTABA UNA MAÑANA en la esquina de Providencia con Eliodoro Yañez de Santiago mirando las portadas de los diarios en el kiosco. De pronto al lado mío se detiene un señor de bigotes a leer las portadas.Yo lo apunto con el dedo. DEJARÉ LA ANÉCDOTA hasta aquí. Debo ir a comer. Más adelante contaré otro fugaz encuentro con el maestro, esta vez dentro del restaurante El Parrón, de la misma calle Providencia. YA ES SÁBADO por la tarde, me lo pasé durmiendo todo el día. Ayer la tertulia se alargó. -Grande, maestro. El maestro sonrió y me levantó la mano. Su mano es grande, no de boxeador, más bien regordeta. Es curiosa esa mano que mueve los dedos como si tocara el piano en el aire. Sonreía, aunque parece que Raúl Ruiz siempre está sonriendo. Parece que sufre la Locura de Demócrito: todo le parece divertido.
¿Relatar con un orden? ¿El orden que Raúl Ruiz llama el Orden de Hoollywood en su libro La Poética del cine? Ruiz relata urdiendo ideas, entra a cajas chinas, en elucubraciones y vuelve para indicarnos que estuvo allá, al otro lado del espejo. No es cine comercial, cine de entretención: una sola estructura. la dictadura o el monopolio de una sola estructura. Me senté y bebí una copa, tal vez dos. Llegué a casa y no pude seguir con la anécdota. Pero pensé o tal vez alguien me lo dijo en la tertulia: ya no se habla de cine, como se hablaba antes. YA ES DOMINGO y pienso, que utilidad tendrá mañana por mañana, frente a mi jefe, que utilidad tendrá haber leído un poema de Jorge Teillier |